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En una final que quedará grabada para siempre en la memoria de los hinchas, el Barcelona conquistó su trigésimo segundo título de la Copa del Rey tras vencer 3-2 al Real Madrid en un clásico de infarto que se resolvió a falta de apenas cuatro minutos para el cierre de la prórroga, gracias a un cabezazo salvador de Jules Koundé.
Desde el pitazo inicial en Sevilla, el equipo dirigido por Hansi Flick se adueñó del partido, presionando sin piedad a un Madrid que se vio obligado a retroceder. La recompensa llegó cuando Pedri, con un zapatazo desde fuera del área, superó la estirada de Courtois y desató el primer rugido blaugrana.
Pero el Madrid, herido en su orgullo, no estaba dispuesto a caer sin pelear. El ingreso de Kylian Mbappé en la segunda mitad transformó el partido. Con su velocidad y potencia, el francés desequilibró la balanza: primero empató de tiro libre tras una falta de Frenkie De Jong, y luego, un imponente cabezazo de Aurélien Tchouaméni a la salida de un córner volteó el marcador, sembrando el temor en la hinchada culé.
Sin embargo, el espíritu del Barça no se quebró. Ferran Torres, con un toque sutil y oportunista, aprovechó un adelantamiento de Courtois para devolver la igualdad y mantener vivo el sueño.
Los nervios estuvieron al límite. Un penal pitado y luego anulado en el último suspiro del tiempo reglamentario llevó la definición a una prórroga vibrante, donde ambos equipos dejaron el alma sobre el césped. Cuando parecía que todo se definiría en los penales, apareció la cabeza de Koundé, más fuerte que el cansancio y el miedo, para anotar el 3-2 que hizo estallar de júbilo al barcelonismo.